Me dejé en
mi habitación
unos
esbozos y unos discos de Louis Armstrong.
Y salí
directo al pasillo
porque un
saxofón cantaba melodías en tus labios.
No quiero
que dentro suene el jazz
sin
haberlo bailado fuera.
Puede que
haya muchos alumnos
o incluso
demasiados pupitres,
pero no
hay quien pare el blues de tus ojos.
Quizá
sólo el cierzo
sepa
soltarte el pelo.
Quizá sólo
el viento
sea capaz de acariciar el swing que llevas
dentro.
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El blues fugitivo; anónimo (1976) |
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