A Baudelaire,
en el improbable e hipotético caso de que Dios existiera
Soy yo,
el vividor,
el rebelde,
el eterno sufridor.
Quiso Dios desterrarme
y se encontró con mi diabólico arte:
la agitación, las drogas y la poesía.
Se encontró con el amor a las flores prohibidas.
Soy yo,
grito en la noche,
sereno luchador,
que enciende las llamas retando a Dios.
Quiso Dios camelarme con promesas de vida eterna,
con una salvación sempiterna.
Pero ahora escúchame, la muerte acecha
y no cesaré en mi intento de hacer mi efímera vida, eterna.
Porque las flores del mal
me llaman,
me retan, me arrastran,
me desencadenan,
me liberan.
Ahora escúchame, soy yo, Caín,
aquél desterrado, que vive con límites pero sin reglas,
que resucita versos prohibidos buscando la libertad.
El hálito de la muerte
nos sigue siempre,
así que no permitiré que me encierren,
ni que en vida me condenen,
a ignorar las flores prohibidas,
ni a asesinar a la vida.
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